12/06/2013

Argumento: Carta a una señorita en París (Julio Cortázar)

CARTA A UNA SEÑORITA EN PARÍS
(Julio Cortázar)

El departamento está ubicado en Suipacha, ella Andreé se encuentra muy lejos en París, Francia y su retorno está planificado para el mes de setiembre aproximadamente.
Él decide escribir una carta a Andreé, tenía que contarle la historia de los conejitos, puesto que ella era la dueña del departamento.
Cuando llega al departamento empieza a vomitar conejitos, a quienes los pone en una maceta de trébol cuando “nacen”, luego los encierra en el armario de ropa. Debe de tener mucho cuidado con Sara, la mucama, no desea que ella se entere de los animalitos. Trata por todos los medios que nadie se entere.
Los conejitos están despiertos de noche, porque él está presente para cuidarlos, de día duermen encerrados en el armario, casi no ocasionan problemas. Llegó a tener 10 conejitos, pudo tener más, pero no lo hizo. Su vida estaba dedicada a los pequeños animales, hasta sus amistades ya no gozaban de su atención.
Pasaba el tiempo y los conejitos ya causaban algunos daños a  la casa, él se preocupaba por ello, no sabía qué hacer, se acercaba el momento del retorno de Andreé. Pensaba en muchas cosas, cuál sería el final de sus conejitos.


12/05/2013

Argumento: "El gato negro" (Edgar Allan Poe)

EL GATO NEGRO
(Edgar Allan Poe)
Desde muy joven tenía predisposición favorable por los animales, su carácter era tranquilo, pareciera que los animales influían en eso, sentía mucho apego a estos. Se casó muy joven, su esposa compartía con él el gusto por los animales, tenía mucha alegría en su corazón. Tuvieron pájaros, conejos, perros, un mono y un gato.
El felino era tal vez,  quien robaba mayor parte de su atención, se llamaba Plutón, lo quería mucho. Lo seguía por todas partes, parece que entendía el afecto humano.
Repentinamente su carácter empezó a cambiar, trataba mal a su mujer, a veces con lenguaje soez; pero el gato, recibía aún sus afectos.

Una noche de embriaguez, se desconoció y vació un ojo al gato con un cortaplumas. Parecía luego un ser demoníaco. Luego de un tiempo, con desenfreno ahorcó al gato, se fue Plutón. De manera increíble la casa se incendió, no quedó nada, solo en un muro la imagen del gato.
Pasó el tiempo, en un callejón encontró un gato, muy parecido a Plutón, tenía una gran mancha blanca en el pecho, lo llevó a  casa, su mujer quedó prendida del animal; pero en él nació odio por el animal.
Cierto día, abrumado por el desprecio por el gato pensó hacerle daño con un machete, en ese mismo instante su mujer se lo impidió, su furia se incrementó y se volvió contra ella y le asestó un certero golpe con el hacha en la cabeza; murió.

Escondió el cuerpo dentro de las paredes, cuando repuso los ladrillos todo era perfecto, no se notaba nada. El gato, causante de todo había desaparecido, él se sentía feliz por ello. Llegó la policía a la casa a preguntar, el seguro de su actuación se ufanó con ellos, golpeó la pared y se escuchó el llanto de un niño, era el gato que también estaba escondido dentro de la pared, los policías abrieron la pared encontraron el cadáver y al gato.

11/13/2013

LOS MORIBUNDOS (Julio Ramón Ribeyro)

Javier lleva a su hermano a la puerta del hospital para ver muertos y heridos de la guerra. Allí pudieron observar que la cantidad de estos supera la capacidad de los hospitales y cementerios, llegando a enterrarlos cerca de los ríos y en la frontera.

Eulalia llora desconsoladamente la partida de su novio Marcos a la guerra, mientras su padre, un maestro se encuentra furioso porque suspendieron las clases a causa de la guerra. Sin embargo, decide ayudar a buscar sitio para los heridos enviando dos a su casa, un ecuatoriano y un peruano.
Marco regresa a casa de su novia y cuenta todo lo pasado en la guerra, pero también informa que debe volver a partir, Eulalia reacciona enfurecida porque su casa alberga heridos que podrían ser ecuatorianos. Mientras el hermano de Javier observa al herido ecuatoriano, este le pide que lo dejen ir, pero Javier al enterarse alarmado lo encierra y le dice que es su prisionero.

Se organiza una fiesta en el "Chimoborazo" (el bar más grande de Paita) por la guerra ganada, los niños desfilan por las calles con una banderita; cuando de repente esta se interrumpe por los gritos de ayuda del ecuatoriano, el padre corre al depósito y es avisado el peruano está muriendo. A su vez el ecuatoriano pide al padre que lo deje libre, este no contesta nada, solo mira la medalla que le dieron por participaren la guerra. 

10/22/2013

Argumento: "Con Jimmy en Paracas" (Alfredo Bryce Echenique)


CON JIMMY EN PARACAS
(Alfredo Bryce Echenique)

Manolo es un adolescente de 13 años que viaja con su padre a Paracas para hacer negocios de la empresa, puesto que las actividades que desarrolla él son muy rentables para su empresa. La compañía se dedica a la venta de maquinarias para la agricultura. Juanito, su padre, es un señor calvo, flaco y bajo, pero muy responsable y dedicado a su trabajo. La empresa para la que trabaja paga el costo del viaje para dos personas, razón por la cual es que Juanito decide que lo acompañe Manolo, aprovecharán de la ocasión para pasear y conocer el lugar, Paracas.

El viaje de Juanito y Manolo se torna muy silencioso, parecen dos desconocidos, casi ni intercambian palabras. A Manolo le parece algo aburrido el trayecto, el vehículo que conduce su padre es caduco y pareciera que el motor está desarrollando sus últimos kilómetros, es un Pontiac negro; van muy lento. Las amistades que frecuenta Manolo tienen automóviles mucho más modernos, siente vergüenza por ello.
Al llegar Paracas, Manolo se siente algo incómodo, se registran en el hotel y se dirigen al comedor, el mozo no tiene un trato cortés con Manolo y su padre. De pronto, aparece  en el comedor Jimmy, un compañero de clase, que por cierto tiene un estatus social y económico diferente al de Manolo. La sola presencia de Jimmy en el comedor hace que el mozo cambie notablemente de actitud; Manolo piensa que es por el “nivel” de su amigo. Manolo y su padre prestan la atención del caso al inesperado acompañante.
Jimmy los sorprende solicitando al mozo whisky y cigarrillos, cómo era posible que su padre le permita estas licencias. Jimmy alardea con ellos que maneja sin brevete, además de haber chocado su auto, se había convertido en el centro de atención del padre y de su hijo. Juanito cree que es “conveniente” que Manolo fume y autoriza hacerlo, Manolo cada vez se siente más perturbado. Juanito permite que su hijo pueda ir a pasear en el deportivo de Jimmy.
Jimmy presume con su carro, apretando el acelerador exigiendo al máximo a la máquina, Manolo está algo inquieto. Al culminar el trajín en el auto, van a pasear por la playa. Jimmy inicia conversaciones que no le parecen importantes a Manolo como de ropa interior u órganos genitales; incluso, Jimmy se atreve a tocarle de forma provocativa la pierna a Manolo, este sale corriendo raudamente donde su padre, quien se encontraba reposando en su “bungalow” luego de haber tenido éxito en la venta de tractores
Jimmy trata de impresionar a Manolo yendo a mucha velocidad en su carro, luego de haberse divertido, Jimmy invita a pasear por la playa a Manolo, allí le habla de ropa interior, de órganos genitales y le pone la mano en la pierna, Manolo sale corriendo y regresa al “bungalow” donde está su padre, quien está  satisfecho con la venta de tractores.


10/14/2013

Pedro Páramo: Argumento (Juan Rulfo)

PEDRO PÁRAMO
(Juan Rulfo)

Juan Preciado promete a su madre en su lecho de muerte que iría a buscar  a su padre, Pedro Páramo, a Comala, para exigirle lo que es suyo, y así lo hace, en el camino a Comala se encuentra con Abundio, quien le ayuda a llegar a Comala, pero quien también le da la noticia de que Pedro Páramo había muerto y que él también era hijo de él, ya para irse Abundio le ofrece su casa pero también le recomienda un hospedaje para lo cual tenía que buscar a doña Eduviges.

Juan Preciado llega a Comala y ve este pueblo muy solo, logra llegar donde doña Eduviges, quien le dice que lo estaba esperando porque su madre le había dicho que iba a venir, Juan Preciado queda muy sorprendido, pues su madre ya había muerto, Eduviges le relata la historia de su madre y de ella de jóvenes.Le comentó a Eduviges que de camino a Cómala se encontró a un arriero llamado Abundio, que él lo había conducido hasta su casa. Ella le respondió que Abundio ya estaba muerto.

Días después conoció a Damiana. El creyó que era Eduviges la que había entrado. Pero fue cuando Damiana le comentó que Doña Eduviges ya estaba muerta. Juan estaba muy sorprendido al saber que había estado platicando con muertos. Muy desesperado, Juan empezó a caminar hasta llegar a casa de unas personas que estaban vivas, eran dos hermanos que vivían juntos como pareja, pues como no habían muchos habitantes en el pueblo, mantenían una relación entre ambos. Creían que Juan era un ladrón, ya que hacía mucho tiempo ya que nadie habitaba el pueblo.

Cierta noche, que Juan se había quedado solo con la chica, una de los hermanos, Juan tuvo problemas para respirar por todo lo que estaba viviendo y murió. Después de eso se enteró de cómo era su padre, el cual era un hombre cruel, un mujeriego, un ladrón y un asesino. Su hijo Miguel, era casi peor. Miguel Páramo mató al hermano del padre Rentería y violó a su sobrina. Miguel se muere en un accidente de caballo, cuando iba a visitar a su novia, y al morir va a visitar a doña Eduviges, quien le informa que ya estaba muerto, por eso no podía llegar donde su novia, tras su muerte el padre Rentería se niega a rezar por él, pues le había hecho mucho daño.

Juan conoce la vida de Pedro Páramo desde su niñez, también conoce la muerte de su padre Lucas, padre de Pedro Páramo, quien le dejó muchas deudas y que para resarcirse, por interés, se casa con Doloritas, la madre de Juan Preciado, a quien arrebató e! rancho de "En medio", luego ocurre el matrimonio trunco por la locura de Susana San Juan, su esposa, Cuando Susana se muere, Pedro ya no tiene ganas para nada y lo abandona todo. Deja de cultivar sus tierras y despide a la mayoría de sus empleados
Es amenazado por los soldados cristeros por lo que les promete hombres y dinero, pero no cumple su palabra y matan a Fulgor, su sirviente. Al final, reaparece Abundio y va a la media Luna borracho buscando limosna para enterrar a su esposa, pero Pedro se niega a ayudarle, Le dio una puñalada, frente a Damiana, así que ella se lo llevó caminando. Pedro empezó a alucinar con Susana. Damiana empezó a sentir que se moría y así fue, Abundio termina por matar a su propio padre.


9/27/2013

Argumento: EL FANTASMA DE CANTERVILLE (Oscar Wilde)

EL FANTASMA DE CANTERVILLE
      (Oscar Wilde)  
             
Mister Hiram B. Otis adquirió Canterville – Castle a una familia inglesa, pese de ser advertidos que en dicho lugar había un fantasma algo atrevido. Mr. Otis no cree en los fantasmas, el fantasma existente había cometido algunos hechos maléficos, era de mucho respeto. Al llegar a la propiedad la familia Otis son recibidos por la Sra. Ummey, quien se desempeñaba como ama de llaves de la finca.
Hiram Otis y Lucrecia Otis, esposos tienen cuatro hijos: Washington, el mayor, Virginia, la del medio y los gemelos llamados Estrellas y Bandas.

Mr. Otis se da cuenta que al lado de la chimenea hay una mancha de sangre, la Sra. Ummey les dice que no se puede remover con nada, en ese lugar Simon Canterville había matado a Leonor Canterville. Sin hacerse problemas, Washington limpia la mancha ante el asombro de la Sra. Ummey y el propio fantasma.
Durante varios días de la estadía de la familia Otis, le hacen la vida imposible al fantasma. Una noche hizo sonar sus cadenas, Mr. Otis le dio un frasco de aceite para máquinas, el fantasma sale corriendo, los gemelos aprovechan el barullo y le dan con las almohadas. Un día le arrojan una cubeta con agua, el fantasma queda muy enfermo por muchos días.
El fantasma decide vengarse de los Otis, menos de Virginia quien le cayó en simpatía. Llega a la propiedad el Duque Stilton quien pasea por las praderas con Virginia.
Virginia tiene un encuentro con el fantasma quien le cuenta su desgracia, no podía descansar en paz, ni siquiera podía llorar, ya no tenía lágrimas ni fe. Virginia oraría y lloraría por él. El fantasma lleva a Virginia a una cueva en la mansión, allí le dio una cajita con joyas. La familia estaba desesperada, buscaban a Virginia, ella aparece en una grieta de la pared y les dice que ayudó al fantasma a descansar en paz.

Mr. Otis quiere devolver las joyas y le pide al casero que Virginia se quede con la cajita de madera. Virginia había aprendido del fantasma el valor de la vida. 

8/06/2013

ARGUMENTO: Alicia en el país de las maravillas (Lewis Carroll)

ALICIA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS

Alicia, la protagonista, es una niña que se encuentra con su hermana, apoyada en un árbol leyendo un libro.
De pronto, ve un conejo blanco que lleva un reloj y habla, y tiene mucha prisa, y decide seguirlo.
Al seguir el conejo, Alicia se cae por un pozo en el que tarda mucho tiempo en llegar abajo.
Llega a muchos lugares extraños donde conoce a personajes sumamente extraños.
Alicia se encuentra con el gato de la duquesa, que le dice los sitios a dónde puede ir.
Alicia decide ir a la casa del sombrerero que está acompañado por la liebre de Marzo y un lirón. Luego vuelve a la casa del conejo, coge la llave, se hace pequeña y pasa por la puerta minúscula.

Ve a unos soldados pintando unas rosas blancas de color rojo.
La reina encuentra a Alicia y dice que le corten la cabeza sin motivo alguno. Pero, más tarde se disculpa por haber actuado así, y le propone un partido de croquet muy particular
Vuelven a encontrarse con el gato, y como es de la duquesa quien estaba en el calabozo, es liberada para que pueda hablar con su gato.
Alicia se va con un grifo a escuchar la historia de la falsa tortuga. Le cuentan sobre el baile de las cuatro langostas y lo bailan delante de Alicia
Finalmente, van a un juicio muy extraño en el que Alicia tiene que declarar y niega haber robado las tartas de la reina

Por último, Alicia despierta. Todo ha sido un sueño.

Fuente: www.buenastareas.com

7/16/2013

San Fermín, los toros se defienden...

SAN FERMÍN 2013

La "fiesta" de San Fermín será tal. ¿Por qué se tienen que utilizar a estos nobles animales? San Fermín se sentirá contento con lo que hacen en su nombre cada año? Es una canallada hacerlos pasar por un corredor donde muchas personas los molestan y los animales tienen que correr muy asustados hacia una plaza, solo para divertir a la gente. El pánico que sienten lo atenúan defendiéndose de esos seres "humanos".





7/07/2013

EL ENSAYO LITERARIO: DEFINICIÓN, CARACTERÍSTICAS, ESTRUCTURA, CÓMO REDACTAR UN ENSAYO LITERARIO


EL ENSAYO LITERARIO

DEFINICIÓN: Es un escrito o composición donde el autor (ensayista) expone sus puntos de vista, ideas sobre un tema en particular. Por lo general, el ensayo va redactado en diferentes párrafos, cada uno de ellos mantiene su unidad y coherencia con el resto del trabajo.

CARACTERÍSTICAS DEL ENSAYO LITERARIO:
  •        Está escrito en prosa.
  •      La amplitud del ensayo está determinado por la naturaleza del tema y por la subjetividad del ensayista.
  •          El ensayista da a conocer sus críticas, reflexiones, puntos de vista, intereses, motivaciones.

ESTRUCTURA DE UN ENSAYO LITERARIO:
1.(INTRODUCCIÓN) Es el primer párrafo del ensayo (o, puede ser una oración) deben consignarse la tendencia de opinión o criterio y una breve explicación del tema que se va a tratar. También, como introducción se puede emplear una pregunta, reflexión, informe estadístico, noticia.
2.(ARGUMENTACIÓN) Cada idea deberá ir redactada en un solo párrafo, explicando claramente las ideas presentadas, no dejando dudas ni ambigüedades. La convicción debe ser el arma del ensayista, de esta manera se obtienen buenos resultados. Cada párrafo debe mantener su unidad, si perder la perspectiva de la coherencia del ensayo en general.
3. (CONCLUSIÓN) Será el último párrafo, se hace hincapié que lo que se sostuvo al inicio es lo correcto, obviamente desde el punto de vista del ensayista. La conclusión está directamente relacionada a las argumentaciones dadas, si estas no son convincentes y claras, la conclusión  sería irrelevante; por tanto, el ensayo no estaría bien realizado. Es la opinión final.

¿CÓMO REDACTAR UN ENSAYO?
Lo que primero que se debe de hacer es seleccionar un tema, obviamente tiene que ser de interés, controversial, polémico, etc., después de ello fijar una tendencia con respecto al tema escogido. (Ejemplo: “El aborto en las adolescentes”, este es mi tema; mi tendencia será “apoyo al aborto en las adolescentes”. Como te podrás dar cuenta, es un tema eminentemente controversial.
Como ya fijaste tu posición, luego tienes que argumentar de forma clara los puntos de vista que te inclinaron a sostener tu “apoyo al aborto en las adolescentes”.  Como por ejemplo:
·        Una adolescente no está preparada ni física ni emocionalmente para tener un hijo, física porque la estructura de su cuerpo esta en proceso de formación, aunque ya pueda concebir. Emocionalmente, se habrá producido un quiebre brusco en su adolescencia, que va de la exploración de su mundo social hasta los “conflictos” que se dan en su familia.
·    Tendrá pocas posibilidades de realizarse como persona, tener un hijo implica muchas responsabilidades y compromisos; debe dedicarse a sus hijo a tiempo completo, por ende sus aspiraciones personales se verán truncadas.
·        Socialmente, no es muy bien recibida por la sociedad, una adolescente con un bebe no ejerce buena influencia sobre las demás adolescentes.
Así, se podrán ir dando los fundamentos que sustenten mi opinión con respecto al tema en cuestión. La fundamentación es la parte más importante de un ensayo.

IMPORTANTE: La redacción y la ortografía deben ser óptimas. Los términos o tecnicismos empleados deben ser solo los necesarios, no se debe caer en emplear términos rebuscados.



Caligrafía (76 -115)


76.    Me interesa el futuro, porque en él voy a pasar el resto de mi vida.
77.    La vida es una serie de colisiones con el futuro; no es una suma de lo que hemos sido, sino de lo que anhelamos ser.
78.    Es duro fracasar en algo, pero es mucho peor no haberlo intentado.
79.    Nuestra gloria más grande no consiste en no haberse caído nunca, sino en haberse levantado después de cada caída.
80.    Los grandes espíritus siempre han tenido que luchar contra la oposición feroz de mentes mediocres.
81.    Saber no es suficiente; tenemos que aplicarlo. Tener voluntad no es suficiente: tenemos que implementarla.
82.    Somos dueños de nuestro destino. Somos capitanes de nuestra alma.
83.    Nunca se ha logrado nada sin entusiasmo.
84.    Las oportunidades no son producto de la casualidad, mas bien son resultado del trabajo.
85.    Cuando sientas un pesar por haber perdido la ilusión primera, recuerda que cada flor marchita abre paso a una nueva primavera.
86.    Sólo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos.
87.    Puedes quejarte porque las rosas tienen espinas, o puedes alegrarte porque las espinas tienen rosas.
88.    Recuerda que si alguna vez te ha dolido el alma, es porque Dios te ha agarrado demasiado fuerte para que no te caigas.
89.    Sólo se ve con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos.
90.    Ambiciona honor, no honores.
91.    Aunque ellos sean cien y tu uno no significa que tengan la razón.
92.    Más hace el que quiere que el que puede.
93.    Cuando sientas que tu vida no vale nada, recuerda que hay personas que darían la suya con tal de que tu sigas viviendo.
94.    Como no sabían que era imposible, lo hicieron.
95.    La vida es como un espejo, te sonríe si la miras sonriendo.
96.    La grandeza de un hombre no se mide por los triunfos obtenidos, sino por los fracasos superados.
97.    Si de noche lloras porque se fue el sol, las lágrimas no te dejarán ver la hermosura de las estrellas.
98.    ¡Ánimo!. Todo pasa. Ama tu trabajo y no dejes de cumplir tu deber cada día.
99.    El trabajo ayuda siempre, puesto que trabajar no es realizar lo que uno imaginaba, sino descubrir lo que uno tiene dentro.
100.La motivación nos impulsa a comenzar y el hábito nos permite continuar.
101.Siempre que te pregunten si puedes hacer un trabajo, contesta que sí y ponte enseguida a aprender como se hace.
102.El éxito no se logra sólo con cualidades especiales. Es sobre todo un trabajo de constancia, de método y de organización.
103.El trabajo endulza siempre la vida, pero los dulces no le gustan a todo el mundo.
104.Así como no existen personas pequeñas ni vidas sin importancia, tampoco existe trabajo insignificante.
105.El trabajo y la lucha llaman siempre a los mejores.
106.Quien no ama su trabajo, aunque trabaje todo el día es un desocupado.
107.No es amigo quien ríe mi risa, sino quien llora mis lágrimas.
108.Si un amigo te pide dinero, reflexiona bien cual de los dos quieres perder, sí el amigo o el dinero.
109.El verdadero amigo está en tu caída antes de que tú toques el suelo: siempre.
110.Amigo no es el que te hace reír sino aquel que te acompaña en el momento del dolor
111.Uno siente que ciertas palabras son terribles para todos los demás, salvo para nosotros mismos.
112.Nunca subestimes el poder de las palabras para aliviar y reconciliar las relaciones.
113.Para que tu tristeza muda no oyese mis palabras, te hablé bajito.
114.Trata de decirme palabras dulces.. para cuando tengas que tragártelas, no te sepan tan amargas.

115.Todos pueden caerse en la vida, pocos pueden levantarse y seguir adelante con sus objetivos.

6/19/2013

HISTORIA DE UN CAÑONCITO (Ricardo Palma)

HISTORIA DE UN CAÑONCITO

TRADICIONES PERUANAS DE RICARDO PALMA

Si hubiera escritor de vena que se encargara de recopilar todas las agudezas que del ex presidente gran mariscal Castilla se refieren, digo que habríamos de deleitarnos con un libro sabrosísimo. Aconsejo a otro tal labor literaria, que yo me he jurado no meter mi hoz en la parte de historia que con los contemporáneos se relaciona. ¡Así estaré de escamado!
Don Ramón Castilla fue hombre que hasta a la Academia de la Lengua le dio lección al pelo, y compruébolo con afirmar que desde más de veinte años antes de que esa ilustrada corporación pensase en reformar la ortografía, decretando que las palabras finalizadas en ón llevasen ó acentuada, el general Castilla ponía una vírgula tamaña sobre su Ramón. Ahí están infinitos autógrafos suyos corroborando lo que digo.
Si ha habido peruano que conociera bien su tierra y a los hombres de su tierra, ese indudablemente fue don Ramón. Para él la empleomanía era la tentación irresistible y el móvil de todas las acciones en nosotros, los hijos de la patria nueva.

Estaba don Ramón en su primera época de gobierno, y era el día de su cumpleaños (31 de agosto de 1849). En palacio había lo que en tiempo de los virreyes se llamó besamano, y que en los días de la república y para diferenciar se llama lo mismo. Corporaciones y particulares acudieron al gran salón a felicitar al supremo mandatario.
Acercóse un joven a su excelencia y le obsequió en prenda de afecto un dije para el reloj. Era un microscópico cañoncito de oro, montado sobre una cureñita de filigrana de plata: un trabajo primoroso; en fin, una obra de hadas.
-¡Eh! Gracias..., mil gracias por el cariño -contestó el presidente, cortando las frases de la manera peculiar suya, y solo suya.
-Que lo pongan sobre la consola de mi gabinete -añadió, volviéndose a uno de sus edecanes.
El artífice se empeñaba en que su excelencia tomase en sus manos el dije, para que examinara la delicadeza y gracia del trabajo; pero don Ramón se excusó diciendo:
-¡Eh! No..., no..., está cargado..., no juguemos con armas peligrosas...
Y corrían los días, y el cañoncito permanecía sobre la consola, siendo objeto de conversación y de curiosidad para los amigos del presidente, quien no se cansaba de repetir:
-¡Eh! Caballeros..., hacerse a un lado..., no hay que tocarlo..., el cañoncito apunta..., no sé si la puntería es alta o baja..., está cargado..., un día de estos hará fuego..., no hay que arriesgarse..., retírense..., no respondo de averías...
Y tales eran los aspavientos de don Ramón, que los palaciegos llegaron a persuadirse de que el cañoncito sería algo más peligroso que una bomba Orsini o un torpedo Withehead.
Al cabo de un mes el cañoncito desapareció de la consola, para ocupar sitio entre los dijes que adornaban la cadena de reloj de su excelencia.
Por la noche dijo el presidente a sus tertulios:
-¡Eh! Señores..., ya hizo fuego el cañoncito..., puntería baja..., poca pólvora..., proyectil diminuto..., ya no hay peligro..., examínenlo.
¿Qué había pasado? Que el artífice aspiraba a una modesta plaza de inspector en el resguardo de la aduana del Callao, y que don Ramón acababa de acordarle el empleo.

Moraleja: los regalos que los chicos hacen a los grandes son, casi siempre, como el cañoncito de don Ramón. Traen entripado y puntería fija. Día menos, día más, ¡pum! lanzan el proyectil.

6/02/2013

Argumento: El Caballero Carmelo (Abraham Valdelomar)

EL CABALLERO CARMELO 
(Abraham Valdelomar)

Había transcurrido ya mucho tiempo cuando Roberto volvió de nuevo a su casa, llegó montado en caballo de paso con muchos regalos para su familia; a su padre le trajo un gallo, que pronto se convirtió en el consentido de la familia.
Era el Carmelo un gallo espléndido, de gran porte y fuerte, en todo Pisco tenía fama. En el corral de la casa tenían un gallo llamado “Pelado” que pasó a un segundo plano por la venida del Carmelo, en una ocasión “Pelado” entró a la casa y rompió la vajilla, fue la oportunidad para deshacerse del animal.
En San Andrés que era un pueblo tradicional de la costa, con sus casas de adobe y caña, con motivo de las Fiestas Patrias se solía organizar peleas de gallos, jamás estuvo en la mente de la familia jugar al Carmelo, pero habían ofendido el honor de la familia diciendo que el Carmelo no era de raza, el papá se indignó y lo jugaría.
El día de la confrontación casi toda la familia se echó a llorar al ver partir al gallo, a lo mejor no lo volverían a ver. En la pelea, que fue sangrienta, Carmelo se enfrentaba al “Ajíseco” quien hirió de muerte al Carmelo, y éste en un acto heroico se sobrepuso y dio muerte al “Ajíseco”, pero había quedado en malas condiciones.Pese a los cuidados de la familia, Carmelo cantó en la ventana de la casa y murió.

5/29/2013

ARGUMENTO: EL POZO Y EL PÉNDULO (Edgar Allan Poe)

EL POZO Y EL PÉNDULO (Argumento)
(Edgar Allan Poe)

La severidad de los jueces se puso de manifiesto al momento de dar a conocer la sentencia, pasaría a los calabozos en espera de los torturadores de la Santa Inquisición. Éste era un espacio húmedo, frío donde la luz es escasa; los encarcelados sufrían con el ambiente lo mismo que con las torturas.
Era un calabozo empedrado, de dimensiones extrañas, el prisionero trataba de averiguar sus dimensiones; empero, los delirios por su libertad lo acompañaban.
Con una treta pudo eludir el hueco que había en la celda, un pedazo de tela lo había salvado, si hubiera caído en él, le hubiera causado la muerte. Pero, él no estaba solo en ese lugar, muchas ratas hambrientas lo acompañaban.
El sueño, el hambre lo doblegaban. Despertó y se encontró atado con unas cuerdas de cuero que lo sostenían, pudo darse cuenta que sobre él pendía un péndulo que avanzaba sigilosamente hacia él, su suerte estaba echada. Tenía para alimentarse algo de agua y carne seca salada. Se le ocurrió embadurnar las correas con la carne, esto atraería a los roedores a darse un festín con las tiras de cuero que lo mantenían inmóvil.
Su plan dio el efecto esperado, pero de improviso algo extraño sucedió, el péndulo se alejó de él, la forma del calabozo cambió, apareció la luz; las tropas francesas invadieron Toledo y tomaron la Inquisición, finalmente el General Lasalle lo había salvado.

IR/MZ

5/20/2013

Argumento: Rastro de tu sangre en la nieve (García Márquez)


Argumento: El rastro de tu sangre en la nieve
Gabriel García Márquez

Se trata de dos jóvenes (Billy Sánchez, Nena Daconte) que se casan a temprana edad. Viajan a Europa para su luna de miel. Deciden ir a París en automóvil.
 Pasan las horas y Billy Sánchez seguía conduciendo sin descansar, almorzar desde su boda, Nena Daconte la esposa de Billy Sánchez estaba lastimada en el dedo por que se pinchó con una espina de las rosas que le dieron cuando llegó a Europa.
En un momento Nena Daconte se sintió pálida, al mirarse se lleva una gran sorpresa estaba llena de sangre, Billy se preocupó al ver el estado de su amada, buscaba una farmacia cuanto antes, pero no encontraron nada y el hospital más cercano estaba a dos horas de viaje.
Esas dos horas le parecieron interminables, pero al fin llegaron a esa ciudad y fueron de inmediato a un hospital.
Cuando llegaron al hospital fueron recibidos por un Hombre muy joven, con la piel del color del cobre antiguo y la cabeza pelada. Este Hombre le dijo a Billy Sánchez que su esposa tenía que ser intervenida de inmediato y le pidió a Billy que se retirara de inmediato.
Pasaban los días y el esperaba ese martes para ir a visitarla, llegado el martes Billy Sánchez espero en la puerta del hospital junto con una muchedumbre de parientes de enfermos, Entró con el tropel, llevando en el brazo el abrigo de visón, sin preguntar nada y sin ninguna idea de donde estaba Nena Daconte.
Billy Sánchez entró al pabellón en busca del médico asiático, al encontrarlo lo llamó y el médico levantó sus ojos desolados, pensó un momento y reaccionó.  Billy Sánchez le preguntó por su esposa, el médico le respondió que su esposa Nena Daconte se había muerto desangrada a las 7:10 de la noche del jueves 9 de enero estando embarazada. La familia de Nena se había encargado de los honores fúnebres, nadie sabía nada de Billy.

5/13/2013

EL ARMARIO VIEJO : Charles Dickens


EL ARMARIO VIEJO

En este relato podemos apreciar la codicia del hombre por obtener un bien, sin meditar en los medios que puede seguir para conseguirlo.
La avaricia, lleva muchas veces, a la propia perdición del hombre. Como desde la aparición en aquellos anaqueles del famoso armario viejo que se convirtió en una “rareza” digna ser llevada a cualquier precio.
Sin pensar, la familia Merrywood había poseído este armario, sin saber que en el futuro depararía muchas sorpresas a las personas que eran tocadas por la avaricia.
Las miles de libras que "ocultaba" este mueble tejieron una trama en torno a las personas que se quisieron apoderar de él, (de su tesoro) mas no de la calidad del mueble mismo.
Después de tanto valorarlo y sobrevalorarlo nadie se quedó con nada, el viejo mueble había cumplido su cometido, sembró y despertó la codicia en el ser humano.

5/09/2013

Argumento: El príncipe feliz (Oscar Wilde)


EL PRÍNCIPE FELIZ
(Oscar Wilde)
Dominando la ciudad, en un alta columna se encontraba el príncipe feliz, toda la gente lo admiraba.
Una golondrina que había retrasado su viaje, se enamoró de un junco, se encontraba feliz con él hasta que se aburrió; el ingrato junco se marchó a Egipto, se hizo de noche y decidió pasar la noche en la ciudad, lo hizo sobre dos columnas enormes, doradas; de pronto le cayeron tres gotas miró con sorpresa hacia arriba y apreció que el príncipe tenía los ojos empapados de lágrimas.
Antes el príncipe era muy feliz y así murió, ahora que estaba en ese lugar podía ver toda la fealdad y la triste pobreza que lo rodeaba. Le contó sobre una costurera que tenía un hijo que estaba muy enfermo y le rogó que le llevara el rubí del puño de su espada; la golondrina le hizo caso, regresó muy fatigada por el viaje y se quedó dormida.

Al día siguiente, la golondrina debía de partir, mas el príncipe le rogó que se quedara una noche más.  Le pidió otro favor, que le llevara un ojo que estaba hecho de zafiro para un joven que escribió sus obras, pero no tenía dinero ni para comer y el otro ojo para una niña que iba a ser golpeada por su padre por haber hecho caer cerillos al agua y no servía para nada.
Al otro día, la golondrina partía a Egipto, al volar sobre la ciudad se percató de la pobreza de la ciudad, el frío y hambre que padecían los niños; la golondrina regresó donde le príncipe y le contó lo que había visto, el príncipe pidió a la golondrina que le arrancara hoja por hoja el oro de su cuerpo y se lo diera a los pobres; así lo hizo la golondrina.
Al final, la golondrina se acercó al príncipe le dio un beso, su cuerpo casi moribundo se deslizó hasta sus pies la intensidad del frío colaboró para su muerte; no pudo culminar su viaje, el príncipe al  ver esto su corazón de plomo se le partió; vinieron las autoridades observaron el estado en que se encontraba el príncipe, la golondrina muerta. Decidieron fundir el metal de su cuerpo, ya no tenía ningún valor ni mucho representaba algo de la belleza; pero no pudieron hacerlo con su corazón, éste y la golondrina muerta fueron echados entre las cenizas.
Dios pidió a uno de sus ángeles que le trajera las dos cosas más hermosas de la tierra, el ángel el corazón de plomo y la golondrina.
Por William J. Castro C.

4/26/2013

LOS AVENTUREROS


Los aventureros (Rómulo Gallegos)
- I -
A la legua trascendía que el doctor Jacinto Ávila no estaba hecho para aquella suerte de andanzas; peñas arriba, por un camino angosto y fragoso, sobre una mala bestia alquilona, bajo un sol que abrasaba, a mediodía en punto. Avilita -como le llamaba todo el mundo- debía sufrir mucho con el zangoloteo de la cabalgadura, el rigor del meridiano, la desazón del fastidio, y con aquellas ingratas caricias que al pasar le hacían en el rostro las ásperas ramas de la maleza que tapaba el sendero de la montaña, por el que iba, paso entre paso, y tal debía de tener de quebrantados los miembros y molidas las carnes, que no hallaba ni qué cara poner ni cómo acomodarse en la silla. Además, no parecía llevarlas todas consigo, cual se colegía por las recelosas miradas que a menudo echaba en derredor y por la significativa precaución de llevar la mano a la cañonera de la montura, cada vez que se acercaba a algún recodo o desfiladero sospechoso del camino, o percibía rumor como de acecho entre los jarales.
Sin embargo, Avilita no iba todo lo mohíno que fuera de esperarse. Por momentos se le desenfadaba la faz, iluminándosele con una expresión de complacencia maligna, como quien se regodea con el pensamiento de la propia maldad. A veces el contentamiento subía hasta entusiasmo, y dejando el arzón y la rienda, con perjuicio del equilibrio, se restregaba las manos, con lo que dejaba ver a las claras que algo llevaba entre ellas, y luego, olvidando los riesgos y molimientos que le traía el andar por aquellas escarpas, se engolfaba en gratos pesares, a media voz y risueño, dejando a la mal andariega mula concertar el paso a lo que buenamente le dieran sus flaquezas, hasta que uno de los peor dados de ella le volviera en sí con gran sobresalto. Pero entonces le acontecía descubrir a uno que lo observaba desde lejos y que de pronto desaparecía, como por encanto, con lo que volvía Avilita a la querencia de su recelo y por buen espacio se mantenía sobre aviso.
Iba este que lo espiaba, a lo que la distancia dejaba ver, montado en una mula blanca, tan diestra en el encaramarse sobre los más eminentes riscales, como ágil en el desaparecer por no sospechados atajos, de la baquía de cuyo jinete era la suya señal poco tranquilizadora, dada la circunstancia de que según todos los indicios, éste no hacía camino determinado, ni andaba por ninguno propiamente, sino por los arrezafes y vericuetos y con el solo objeto de espiar al que venía por el sendero. Así, unas veces aparecía a buena distancia por delante de Avilita; otras a sus espaldas y tan próximo que era como estar entre sus manos; y tan pronto estaba a la derecha como a la izquierda del camino, sin que nunca pudiera descubrirse cuándo ni por dónde lo cruzara. La última vez que apareció pasó tan cerca de Avilita, que éste recibió en la cara el resoplido caliente de la bestia que, como un disparo, saltó de improviso de entre la maleza del camino, ágil lo atravesó como al vuelo, de un salto ganó el talud opuesto, y desapareció otra vez, hendiendo el gamelotal tan alto y tupido que tapaba al jinete.
Tan brusco y rápido fue todo esto que Avilita apenas si tuvo tiempo de refrenar su bestia para no ser arrollado en el ímpetu de la otra; y lejos iban ya ésta y su jinete, mientras él, no bien repuesto de la sorpresa, permanecía en el propio lugar de ella, esperando por momentos el asalto inminente, sin quitar la vista del gamelotal que ya no se movía. Y así estuvo hasta que a lo lejos, sobre una cumbre rotunda, apareció la mancha roja de la cobija que llevaba extendida sobre el arzón el supuesto espía, cuya silueta luego desfiló sobre el cielo a todo lo largo de la cresta roqueña en que remataba por aquel lado la serranía, y desapareció, finalmente, entre las neblinas cimeras.
- II -
El doctor Jacinto Ávila tenía sobradas razones para temer una acechanza en aquellos apartados parajes por donde a la sazón merodeaba en son de guerra el famoso y temido insurgente Matías Rosalira, cuyo feudo y correderos eran desde mucho los riscos, vertientes, caminos, bosques, rastrojos, caseríos y todo cuanto se encerraba en la vasta serranía, en la que, mejor conocido con el nombre de El Baquiano, gozaba de mucho prestigio.
Decíase de él que tenía un exterior atractivo, y que por las buenas era una excelente persona, afable en su trato, comedido con los extraños, generoso con los suyos y hasta noble y leal: y aún bien que por lo que se daba a entender tales lealtad e hidalguía no le obligaban a mucho y sólo consistían en no haber herido nunca a mansalva, ni cometido traición o alevosía, ni en el débil haberse ensañado, a ellas debía el gran ascendiente que tenía sobre los montañeses. Además, era gran derrochador, servicial, obsequioso y tan amigo de tener la casa llena de los suyos en fiesta, como de acudir donde las ajenas con su socorro cuando fuera menester. Todas las que, con otras cualidades suyas, le hacían tan popular que no había persona de las que le trataran que no le fuera afecta, no siendo parte a disminuirle el que le tenían sus adictos, ni la autoridad que sobre ellos ejercía, ni el vasallaje a que los obligaba. Disfrutaba, así mismo, del favor de las mujeres, aunque era cosa sabida que no las trataba blandamente así que le pertenecían, ni les era fiel por mucho tiempo; mas, como era insinuante, buen mentidor y amigo de enamorarlas y adquirirías por modos extraordinarios, casi siempre novelescos, nunca hubo una a quien requiriera inútilmente.
Su última aventura galante tuvo gran resonancia. Era ella de una de las más acomodadas y campanudas familias de un pueblo de los que había a las faldas de un monte, y enamoróse de él con tanta vehemencia que no valieron razones, ni ruegos, ni amenazas de los suyos, y así, cuando El Baquiano quiso tomarse lo que no querían darle buenamente, encontró la voluntad de la muchacha tan rendida a la suya, que a poco de proponérselo ya estaba ella con él, camino de la montaña.
En ésta la noche era tan cerrada y tan espesa que daba trabajo avanzar por entre ellas; largos truenos rebotaban de cumbre en cumbre y caían dentro de los barrancos rebosándolos de ruido, por las torrenteras bajaban mugidoras aguas, llovía, y a ratos se oía venir derrumbes. Con tales rigores, además de sus zozobras, iba la robada transida de pavor y lloriqueando para que no siguieran, con cuyos melindres y con el continuo resbalar de las bestias, que repinaban trabajosamente la cuesta barrial, comenzaba Rosalira a perder la paciencia y a renegar de la aventura. De pronto un derrumbe. Matías, más experto, obligando a su bestia a un salto desesperado, púsose en salvo, pero la mujer fue arrollada por el alud y arrastrada al barranco entre un fragor de peñascos que rodaban desgajando los matorrales. Fue la única vez que la montaña estuvo en contra del Baquiano; pero él no le guardó rencor por ello.
Por lo demás, era en extremo supersticioso, buen devoto de la Virgen del Carmen, en cuyo nombre lo mismo daba una limosna que una puñalada y se sabía una porción de oraciones y ensalmos en cuya eficacia creía a pie juntillas; profesaba un respeto inviolable a la madre, a quien nunca hablaba puesto el sombrero ni alterada la voz, y un odio profundo, feroz e invencible al extranjero. Podría tener cuarenta años y nunca se le conoció padre, lo que daba pie a multitud de curiosas versiones a propósito de su origen, siendo voz general que descendía de gente de rango venida a menos, y los más fantaseadores aseguraban que venía, por línea de varón, de un remoto señor que según las leyendas de la montaña, habitó en un castillo roquero, ya en ruinas, y que, aunque nadie lo había visto, existía entre unos riscos inaccesibles que a manera de almenas había en las crestas más altas de la sierra entre nieblas perennes. Y como Matías desaparecía de tiempo en tiempo, sin que se supiera donde se metía, los montañeses aseguraban que era en el castillo fantástico, cuyo camino sólo él conocía y donde, naturalmente, había tesoros escondidos.
- III -
Revelóse la hombría de El Baquiano, cuando tenía veinte años, por Pascuas, una tarde de joropo, embriaguez y sangre. Dividíanse para entonces las montañas en dos bandos hostiles: los guarubas de un lado de la fila, y del otro, los del Riscal. Reunidos estaban estos, desde la Noche Buena, en uno de los ranchos del caserío, donde bailaban, cuando a cosa de las tres, apareció por los alrededores una partida de los guarubas, entre los cuales venía Cupertino, negrazo feroz y sanguinario, cacique de ellos y terror de todos los contornos. Traían mal disimuladas bajo las cobijas los relucientes linieros, y una intención manifiestamente hostil, con todo lo cual se acercaron a la puerta del rancho a ver el joropo.
En el caney bailaban desprevenidos; en un rincón Matías descabezaba el sueño y punteaba el arpa a la vez, tan suave y dormidamente que apenas se oía, chischeaban las marcas unísonas con los pies de los bailadores y al compás, a intervalos una voz desapacible canturriaba el pasaje intrincado y sin fin... De pronto cunde un murmullo: el aire que respiran produce escozor. Estornuda uno, y luego otro, todos después. Los de la barra les hacen corro de chacotas, provocativamente; la refriega se viene encima, las mujeres tratan de retener a los hombres que ya no bailan sino forcejean; por momentos la atmósfera se hace irrespirable, es fuego en las fauces y en los cuerpos sudorosos; el barullo crece de punto y ya se oyen afuera ruido de armas que se aperciben ostensiblemente.
-Pare el golpe, compañero -le grita uno a Matías, que no se había dado cuenta.
-¿Qué pasa?
-Que han echao ají.
Soltaron el trapo a reír los de afuera y sus parejas los de adentro, y pronto en todos los ojos relampagueaban miradas feroces, y en las manos fierros siniestros. Abriéronse los guarubas a pocos pasos del rancho en espera del ataque, y como los de adentro no salían, comenzaron luego a desafiarlos con insultos y rechiflas; y entre todos el que más voces daba y mayores improperios decía, era el negro Cupertino, enemigo jurado de los risqueros y ahora más que nunca por el desaire que le habían hecho no invitándolo al joropo, como era costumbre y ley de todos los moradores de la montaña. Oíanlo los de adentro y mirábanse unos a los otros, conteniendo el aliento, fijos los ojos en la puerta por la que entraba el vozarrón del Negro, a cuyo reto no atendían aunque amenazaba ya pegarle fuego al rancho para obligarlos a salir, tal era la sugestión de pánico que ejercía sobre todos, cuando de pronto Matías, sin decir palabra, de un salto se puso fuera del caney y tan luego estuvo sobre el Negro, que por no creer que le salieran perdió la serenidad, que era fama que nunca le había faltado, y con ella la vida en un santiamén. Desplomóse el Negro, rebanada la cabeza, por cuya ancha herida se le iba en borbotones toda la sangre, y viéronle caer los suyos que a pocos pasos más allá se agrupaban, sin que ni uno se moviera a acudir en su defensa, tal estaban de asombro, mudos y clavados en el suelo, como de la misma manera en la puerta del rancho los amigos de Matías. Con lo que había tan gran silencio y tal ansiedad que daba miedo pensar en lo que sucedería cuando volvieran en sí.
Y lo que sucedió fue que de repente, a un mismo tiempo, todos se abalanzaron unos contra otros y se acuchillaron encarnizadamente. El que más cuchilladas dio fue Matías, y cuando derrotados los guarubas emprendieron la fuga, él se ensañó en perseguirlos, y los llevó hasta sus propios ranchos a plan de machete.
Lo persiguió luego, a su vez, la Justicia por la muerte del Negro que era Comisario de la montaña, y Matías, seguido de unos cuantos, huyó a los bosques y se hizo bandolero.
Muerto el Comisario, los odios que éste había sembrado y los que suscitó su muerte, comenzaron a estallar, y se formaron tantos bandos como caseríos había en la montaña, con lo que empezaron a surgir capataces y montoneras, y al poco tiempo hubo tantos que no fue posible transitar sin riesgo por aquellos parajes.
De todos los caciques el más famoso era Matías Rosalira, a quien llamaban ya El Baquiano. Partía para él la fila de la montaña en amigos y enemigos a todos sus moradores, pero todos lo acataban como a más fuerte, más audaz, más aguerrido y baquiano entre todos. Fatigada tenían ya a la justicia sus depredaciones y fechorías, pero como no había esperanzas de cobrárselas, y además, podía ser que conviniera más hacer las paces con él, la misma autoridad que lo perseguía resolvió hacerlo suyo, nombrándolo como al negro Cupertino, Comisario General de la montaña.
Juró lealtad Matías, que en el fondo no dejaba de tenerla, a su manera, y tomó tan a pecho la comisión de pacificar que se le había encomendado, que no se dio tregua hasta someter a los cabecillas facciosos. Y como tenía don de mando, y se daba tanta maña para atraerse la voluntad de los hombres, a vuelta de poco no había en todos los contornos sino amigos suyos, porque a los que por las buenas no habían querido serlo, los exterminó sin piedad, con lo que quedó la montaña en paz y sólo él dueño de ella.
A fuero de tal, dirimía las querellas, administraba justicia, cobraba impuestos a los terratenientes, y sin reparo ni consulta, sino a todo su talante y beneficio, dictaba leyes y repartía privilegios sin que nadie se atreviera a discutirle el suyo, porque las contadas veces que esto quiso suceder, diole al insubordinado tan contundentes razones que por muchos días le duró el dolor de ellas. Y hasta tanto llegó su señorío que edificó su casa en el preciso punto por donde pasaba el único camino que era de recuas, sobre una loma tan escarpada y angosta, que no era posible hacer rodeos para evitar la casa, por dentro de la cual Rosalira permitía el paso mediante un peaje estipulado. Quejáronse algunos y las autoridades se vieron en el caso de amonestarle, a lo que contestó Matías que lo había hecho para ejercer mejor la policía de la región y que lo del derecho de puerta podía ser que fuera más bien de agradecérsele que lo cobrara, como que era para conservar y mejorar los caminos, con lo que dichas autoridades se hicieron las convencidas, y lo dejaron en paz y a sus anchas.
- IV -
En tan buen acuerdo se pasaron algunos años, hasta que una mañana se presentaron en sus dominios varios individuos provistos de instrumentos, cintas y otros accesorios, y comenzaron a echar visuales, tomar medidas y apuntar cifras. Todo lo cual visto por Rosalira le puso sobreaviso, y al día siguiente cuando los intrusos volvieron a sus mirares y medires, él se encaminó donde ellos y les preguntó quiénes eran y qué lo que hacían por allí. Dijéronle que eran ingenieros de una compañía extranjera que hacían el trazo de un ferrocarril que pronto atravesaría la montaña, con lo que Matías se enfureció tanto que por poco abofetea al que tal le dijo, pero no se quedó sin jurarles que no llevarían a cabo su empresa.
Terminado su quehacer se fueron los ingenieros, mas no por esto se tranquilizó El Baquiano, sino que se lo pasaba preocupado con la idea del ferrocarril. Era éste un enemigo inusitado para él y comprendía que el día que entrara en la montaña se acabaría su dominio sobre ella y hasta tendría que abandonarla. Y tan cierto estaba de que por más que se los estorbara terminarían los extranjeros saliéndose con la suya -cosa que lo exasperaba hasta el extremo- que aquel año, último quizás de su señorío, dobló los derechos de paso a los traficantes y cobró adelantados los impuestos de bosques y cultivos del año próximo. Además se la pasaba vagueando por el monte, explorando veredas y escudriñando los bosques; y a veces se pasaba los días enteros metido entre ellos, sin que se supiera por donde andaba ni qué hacía, aunque se sospechaba que se ocupaba en desenterrar y reunir el armamento y municiones de guerra que tenía escondidos por allí.
Entretanto, de la ciudad venían noticias alarmantes: el ferrocarril adelantaba, los trabajos iban ya entrando a la montaña. Y entraron por fin. Fue una invasión inusitada: todo el día estuvieron llegando escuadrillas de peones y se diseminaban por las laderas, a lo largo del trazo, y comenzaron a plantar campamentos. Después empezaron los trabajos: centenares de picos rompían la tierra, los petardos explotaban a cada rato despedazando los macizos roqueños; talaban las selvas, en los barrancos comenzaban a levantarse parapetos audaces, por las laderas bajaban continuamente aludes devastadores, con un clamor como de aplausos formidables que subía hasta las cumbres. En las noches, en los campamentos había algazara y guitarras, hasta que Matías empezó a cumplir lo que había prometido, y ya no los hubo más sino expectación y silencio, porque desde entonces no hubo noche sin asalto. Todo el día se lo pasaba El Baquiano, viendo los trabajos desde su alto riscal, maquinando planes para la noche, y cuando ésta cerraba, él bajaba con su montonera a atacar los campamentos, o a destruir las obras, muchas veces con los mismos petardos de los que las construían. Después, ya no esperaba la noche, sino que los atacaba en pleno día, con lo que se pasaba la mayor parte de éste en expectación y refriega, y el trabajo no adelantaba, y a poco se suspendió por falta de braceros. Matías parecía salirse con la suya. La Compañía envió comisionados a ofrecerle acciones de la empresa para que la dejara en paz, pero él no las aceptó; llegaron a ofrecerle una suma considerable y la rechazó también. Lo que quería no era dinero, con lo que le daba la montaña tenía de sobra; su punto era no dejar pasar el ferrocarril, porque era cosa de extranjeros, y él los odiaba cordialmente. Recurrieron estos a otros arbitrios, y el gobierno mandó gente armada para proteger las obras. Recomenzaron éstas y con ellas el estado de guerra en la montaña. Matías Rosalira fue declarado faccioso.
- V -
Avilita lo sabía. La fama del caudillo montañés había cundido por todas partes y sus hazañas y fechorías eran objeto de toda suerte de comentarios. Conocía también el peligro que había en aventurarse por sus correderos en tiempos como aquellos, de guerra sin cuartel, y aunque las cosas que se contaban del Baquiano, eran para atemorizar al más impávido, así las oyera en poblado y a buen recaudo, a Avilita no le asustaba la idea de encontrárselo, sino más bien la deseaba, como que iba en busca de él.
Atravesaba a la sazón una enmarañada selva, sin sendero y tan pendiente que por aliviar a la rendida bestia echóse a pie, y a más andar ganó la linde, en la cumbre misma. La neblina era tan densa que a pocos pasos apenas se distinguían siluetas borrosas; subía de los barrancos, cálida como un aliento, en borbollones silenciosos, desflecábase contra los riscos de aristas cortantes, rodaba sobre las lomas, y se metía, bosque adentro, blanqueando la sombra azul o violada de la umbría. De entre ella, en una engañosa perspectiva de lejanía emergían afilados picachos, roquedos colados sobre el abismo blanco, aguileras crispadas sobre las cuales se cernían grandes aves rapaces, en un vuelo avizor, lento y majestuoso. A veces, cortado por las alas, vibraba el aire sonoramente, como una clarinada; a intervalos, en el fondo de los barrancos, reventaban estampidos; del mar venía, con las brumas, un viento recio y crudo que pasaba sobre las lomas y se metía por los quebrajones, tal una manada de lobos marinos, todos blancos, que invadiera la montaña.
Avilita, al azar cogió hacia la derecha; caminaba sobre el filo de la montaña por un terreno de rocas entre las que crecían frailejones y helechos, tan pulidas como si el suave y perenne rodar de las nieblas las hubiera aromado. De allí a poco, desvaneciéronse las brumas, apareciendo primero el mar, a lo lejos, desmesurado y azul, y luego el macizo de montañas: las hondonadas vertiginosas, los cangilones donde se apretujaban almácigos de selvas vírgenes, los caseríos esparcidos por las laderas, los plantíos surcados de valladares de piedras, y luego, por encima de la cresta ríspida, hasta donde alcanzaba la vista, la formidable cordillera que se metía, tierra adentro, en una sucesión de cumbres y de azules, hasta el más desvaído sobre la más remota; y la llanura urente, al fin, como un celaje.
De pronto, detrás de un peñón que lo guarecía de los vientos marinos, un paraje donde había casas, al extremo de la travesía que de allí para adelante, dejando la fila, descendía hacia los lados del mar. Pasaba el camino por dentro de una de las casas, cerrada a la sazón, y estaba ésta en lo más escarpado y angosto del sitio, plantada de tal manera que no había otra de pasar sino por dentro de ella. Reconoció Avilita por estas trazas el lugar en que estaba, que no era otro que el paradero de Matías Rosalira, y aunque parecía deshabitado, tan cerradas estaban las puertas y en silencio las casas, se decidió a llamar. Al cabo de un rato abrióse el portalón que dejaba el paso del camino franco, y apareció un hombre, hasta de cuarenta años, vigoroso, alto y bien plantado en quien Avilita reconoció al punto al espía de antes. Sonriose éste como para inspirarle confianza viendo la turbación en que su presencia lo puso, y le preguntó si quería pasar, pidiéndole excusas por haberse demorado en abrirle. Repuesto, Avilita le contestó que mejor quisiera no pasar todavía, porque iba muerto de cansancio y con mucha hambre, como que era bien pasada la hora del almuerzo, y así más le agradecería que le dijera si podía encontrar en la posada algo de comer.
Mirólo el otro de pies a cabeza, y luego, sin verle la cara contestó:
-Lo que es aquí no hay gente y no se halla nada; pero véngase conmigo. Puede ser que por ahí se encuentre.
Volvió a cerrar la puerta así que pasó Avilita y luego acudió a abrir otra que había al extremo del pasadizo, que no más era aquello, y mientras pasaba el cerrojo le dijo:
-Vaya andando joven... por ahí, a su derecha, yo voy con usté.
Comprendiendo el otro que quería conservarse a sus espaldas y aunque tal espaldero no era para inspirar confianza, echó a andar con todo el recelo que era del caso. A poco su acompañante le preguntó:
-Dígame una cosa, joven, y usté perdone el entrometimiento: ¿qué busca usté por aquí?
-Busco al General Matías Rosalira.
-Entonces ya pué usté parase.
-¿Es usted?
-Pa servirle. Pero nada más que Coronel, por lo pronto.
-Jacinto Ávila, doctor en leyes.
- VI -
El doctor Jacinto Ávila devoraba el almuerzo que le habían aderezado en el rancho adonde lo llevara Matías Rosalira. Acompañábalo éste y lo servía una vieja india, cantinera desde moza, abotagada y aguardientosa, que no cesaba de gruñir y mirarlo con malicia. Entretanto, en torno al rancho, que parecía cuartel, tal estaban las trojes llenas de armas, merodeaban hombres mal encarados, que tenían aspecto de perros de presa.
-Son mis muchachos.
-Creí que usted tenía su cuartel en la casa del paso de la fila.
-¿En El Respiro? Es que ahora tengo la gente trabajando del otro lao.
-Raro es que no hayan intentado ocuparla sus enemigos.
-Lo que es intentao, no se esté usté pensando que no les ha faltao ganas, la cosa es que, como dicen vulgarmente: toavía no estaban maduras y se han fruncío al clavarles el diente.
-Es inexpugnable, verdaderamente. Y como usted es tan conocedor de la región.
-Alguna ciencia debe tené uno, doctorcito; pa algo ha vivío uno toa la vida en estos espeñaeros.
-Debe ser muy agradable vivir en estos lugares altos.
-Según y conforme. Todo está en el acomodo de uno; pa usté, en comparación, no sería muy propio, acostumbrao a las comodidades de la ciudad.
-Tal vez...
-¡Eso sí! Pa la salú le sirve hasta más útil que la ciudad; aquí tiene uno el pulso y la juerza que estorba. Yo, le soy franco, el día que tuviera que irme de la montaña, me moriría de rabia, como el querrequerre enjaulao.
-Depende de la manera cómo salga usted de ella.
-Ahora parece que me quieren sacá por la juerza. Pero, ¡caray! como que no les va a sé muy fácil. Usté perdone la interjección, pero es que cuando me acuerdo... Mire, es que me dan ganas de... de estrangularlos a todos... Usté sabe... los de abajo, los musiúes esos.
-Los del ferrocarril. Sí.
-Je, je... Esta risa no es ni mía.
Y Matías Rosalira se paseaba atusándose el bigote. Luego salió del rancho llegando hasta el borde del despeñadero, desde donde se veían, allá abajo: el peonaje del ferrocarril perforando la montaña y los campamentos de la tropa que protegía las obras, bajo banderas extrañas.
-Pero señor, es mi cuestión: por qué vamos a dejar que los musiúes se cojan la tierra de uno.
-Ahí tiene usted una bandera prestigiosa para una revolución.
-Ahora todos la han cogido con lo de la civilización; como si la civilización no pudiera andá sino en ferrocarril. Lo que pasará es que se morirán de hambre los pobrecitos arrieros, para que los musiúes se lleven todos los riales pa su extranjero. ¡No digo una revolución!
-¿Por qué no la hace usted?
-¿Yo?
-Es el único que puede hacerla hoy.
-¡Ah! ¡malaya!
-Si usted quisiera, al dar el grito tendría sobre las armas un pie de ejército de flor.
-¿Usté lo cree?
-¿Cómo no? Estoy segurísimo; yo sé por qué lo digo.
-La verdad es que yo tengo muchos amigos, aunque me esté mal el decilo.
-Y los que tiene sin saberlo. Hoy es usted el Caudillo más popular, todas las esperanzas del país están puestas en usted. Mire, yo vengo de recorrer la República y sé que toda ella, como un solo hombre, se levantaría por usted.
-Yo sí lo creo, porque son muchos los descontentos. Pero la cosa es que eso de una revolución son palabras mayores.
-No hay tal. Audaces fortuna juvat. Quiere decir: que la fortuna ayuda a los audaces.
-No es que yo le tenga miedo a la guerra, porque en ella he echao los dientes y las barbas, sino porque después no me hallaría. Yo no sirvo pa lo civil.
-Ya encontrará usted colaboradores. Desde luego, me pongo a sus órdenes. Yo he estudiado mucho, he penetrado las entrañas de este país y sé cómo se le puede gobernar.
-Gracias, doctor.
-Además, que no se dará el caso de que usted necesite de consejeros. Usted tiene cualidades maravillosas y da lástima que las pierda usted en escaramuzas sin gloria ni provecho. Usted perdone que se lo diga.
Guardaron silencio un momento. Matías Rosalira se hurgaba la barba pensando:
-¿De modo que usté cree que la parada es tirable, como dicen?
-Con los ojos cerrados. La Patria se lo está reclamando.
-Por ella lo haría, y por ella es que lo hago, créame usté; yo estoy en guerra porque eso del ferrocarril es contra las leyes; todos los pueblos de la montaña se arruinarán, y se morirán de hambre los pobres que no viven sino de sus cargas.
- VII -
Para Rosalira la Patria era su montaña, y el patriotismo no dejar pasar el ferrocarril. El doctor Jacinto Ávila fue a decirle que aquélla era algo más que la montaña: las ciudades que blanqueaban allá abajo; las llanuras inmensas que reverberaban a lo lejos; y lo que no se veía; la Patria de extramuros que estaba detrás de las barreras azules de los montes sin sospecharlo Matías. Para hacérselo comprender comenzó por despertarle una ambición que hasta entonces no había tenido, y lo hizo tan mañeramente que el Caudillo no distinguía cuándo le hablaba de la Patria y cuándo del rico botín que le aguardaba en la aventura, y lo hizo con tal éxito que a poco rato no era posible saber quién inducía a quién.
Terminado el almuerzo, Avilita se puso a escribir la proclama de guerra del General Matías Rosalira, mientras éste recorría la montaña en todas direcciones convocando a sus amigos.
- VIII -
El doctor Jacinto Ávila estaba ya en su camino; y tal vez muy cerca de realizar la única y grande aspiración de su vida: llegar.
¡Llegar! Por ello había abandonado su provincia nativa cuando comprendió que en su pobre ambiente jamás pasaría de ser un talento sin gloria ni provecho, si era que no se quedaba en la obscura mediocridad, y enderezó sus pasos a la Capital propicia, y ya en ella, en la Universidad que da prestigio y esplendor vinculados a un título que abre todas las puertas y allana todos los caminos; y por ello padeció necesidades: comió mal, vistió peor, sufrió humillaciones y desprecios, ambicionó mucho y envidió más. Y logró llegar hasta el título. Graduóse de doctor en leyes y al despedirse de las aulas donde segara fácil laurel a fuerza de imponer a todo trance el imperativo categórico de su vanidad inflada de suficiencia, no tuvo palabras de gratitud sino de encono para aquello que él llamaba fatalidad de su medio, que le había impuesto aquel áspero noviciado de seis largos años de inactividad y enojoso estudio que pusieron a prueba su energía. Encono que era tan sincero como había sido insolente y que siempre fue, contenido, el acicate de su voluntad, y a la hora del triunfo, libre y desbordado, la natural revancha de su alma en violento desquite por las humillaciones y sinsabores padecidos.
Graduado ya acudió al periódico y a la tribuna propicios y tanto escribió y declamó tanto, con el solo objeto de hacer ruido, para lo que era bastante hueco y vacío, que a vuelta de poco ya tenía una gloriola y era acatado en todos los círculos de la Capital. Pero no era este llegar a medias todo lo que él aspiraba y siguió trabajando con tesón por llegar de un todo hasta donde fuera posible llegar en su país, sin que su delicadeza estableciera distingos de escrúpulos que más tarde fueran a amargarle el saboreado disfrute de sus triunfos. Y con esta acomodada determinación a poco estuvo en la asendereada política y por ella anduvo buen espacio con éxito bastante prometedor. Pero, reveses de la fortuna o torpeza para calcular, hiciéronle dar un paso imprudente y cayó en desgracia.
Entonces fue cuando llegó a sus oídos la fama que cobraba Matías Rosalira y resolvió ir en su busca para intentar junto con él, y a su amparo, la gran aventura. Buen conocedor de su medio, por instinto y por experiencia, sabía que sólo con un apoyo de esta suerte podría hacerse carrera por los caminos del éxito y para lograrlo resolvió hacerse espaldero del Caudillo. Éste era la fuerza, el instinto cerril, impetuoso y dominador, la energía acostumbrada a imponerse, la única energía de la raza blindada de barbarie pero íntegra, pura como un metal nativo; a su vez él se reconocía el aliento de la gran aspiración, de la audacia aventurera, que también es una fuerza, y si el otro tenía con su instinto la fortaleza de la garra dominadora, él podía prestar con su inteligencia el ímpetu del vuelo que levanta y dilata la potencia de la garra.
- IX -
Esto era lo que el doctor Jacinto Ávila venía a proponerle al cacique de la montaña.
Cayóle bien al montaraz en su ánimo aventurero la propuesta y la condición del ciudadano, y como además, según era fama, profesaba aquél un gran acatamiento al saber, Avilita que se lo sabía de antemano, hizo alardes del suyo, con lo que desde el primer momento cobró ascendiente sobre él.
Ya estaba en su camino. Acordóse de los que le negaban méritos, de los que le escatimaron su aprecio, de los orgullosos que habían sabido estarse en retiro de dignidad, mientras él iba placenteramente con la maltratada y peor tenida suya, en subasta, y se complació de pensar que pronto podía pasearles su triunfo por delante y humillarlos, y no sólo a ellos, sino a la sociedad entera, a los mismos que le habían dado la mano, porque Avilita tenía un profundo rencor contra todos, gratuito al parecer y que en el fondo no era sino un deseo de represalias, en el que se revelaba inconscientemente la aspiración de virtud que la vida no le había dejado tener: grandeza de alma, hidalguía en el corazón, ideales, integridad, orgullo.
- X -
Al día siguiente, con las primeras sombras de la noche, comenzaron a llegar a la posada de la cumbre los amigos del Baquiano. Eran muchos, de todos los contornos y venían sin armas algunos, pero todos en tren de campaña. Así que estuvieron reunidos, Avilita, a nombre del General Matías Rosalira, les explicó el motivo de la convocatoria y les leyó la proclama de guerra, en la cual se mentaban las Instituciones, la Soberanía nacional, los fueros sagrados de la Patria y otras cosas más, altisonantes y arrebatadoras, que nunca habían oído nombrar los montañeses, a quienes, sin embargo, les pareció muy bueno todo. Pero no dieron muestras de entusiasmo, sino que se quedaron viéndose unos a otros, aprobando con la cabeza y a regañadientes, hasta que Matías tomó la palabra y les dijo, lisa y llanamente:
-Muchachos, lo que les ha dicho el dotor es la pura verdad, y por eso yo los he convocao pa que nos alcemos contra el Gobierno, porque el Gobierno ha faltao a las leyes y nos quiere quitá la montaña de nosotros pa vendésela a los musiúes.
-¡Abajo el ferrocarril! ¡Muera el Gobierno! ¡¡Mueran los musiúes!! -gritaron entonces los amotinados, y con gran tumulto salieron al camino.
Luego, armados ya los que no estaban y borrachos todos, se pusieron en marcha, apenas comenzaron a perfilarse sobre la incierta claridad albar las recias siluetas del monte, y con esto empezó la aventura.
Matías a la cabeza y a su lado el doctor Jacinto Ávila, ahora bien montado y convertido en respaldero intelectual del Caudillo, bajaba la horda por los senderos fragosos como un alud que nadie sabía adónde iría a parar, ni cuántos estragos haría, mientras en la noche remisa de las hondonadas los gallos desperezaban sus clarines en dianas triunfales.
Sobre los picos enhiestos en la fría claridad, suaves oros de sol; abajo: la madrugada azul; blancura de brumas sobre la llanura y sobre las ciudades hacia donde bajaba la montonera bisoña, ávida de sangre y botín...