LA PIEDRA Y LA CRUZ
(Ciro Alegría)
Dos jinetes muy diferentes se
desplazaban seguros por laderas peligrosas de la sierra del norte del Perú. Uno
indio curtido por el frío, experimentado viajero y guía, creyente es sus
devociones; y el otro, un niño, hijo del patrón, blanco como la nieve, pero en lo
profundo de él corría sangre indígena.
El guía temor y dudas sobre la
resistencia del niño al frío y altura, él, orgulloso como su padre, minimizó lo
que le podía pasar. El niño siempre caminaba tras el guía.
Luego de haber transitado un
tiempo se encontraron con unos arrieros, éstos les dieron cañazo para menguar
el frío de las alturas, prosiguieron el viaje tomando un camino difícil y
tenebroso, hecho a punto de pico y dinamita, a un costado un abismo esperaba a
los inseguros y temerosos, los caballos se mostraron comprometidos con los
jinetes.
El indio se bajó del caballo a
buscar piedras, ofreció una al niño, éste la despreció, recordó las palabras de
su padre: “son costumbres de cholos”, el guía volvió a sugerir al niño la
piedra diciéndole que los blancos también las llevaban con devoción. Le contó
del Juez del pueblo, Dr. Rivas, a quien vio dejar su piedra; y también sobre un
tal Montuja, que se burló de la Cruz, un rayo le cayó, ahí quedó.
El indio untó en el rostro del
niño grasa para tratar los cueros, el frío era implacable, ahora caminaban para
poder entrar en calor. Al llegar al pedrerío, el niño observó la ceremonia de
ofrecimiento de la piedra, parecía que el indio oraba, le conmovió. Después de
tanto apreciar e impávido ante miles de piedras, cogió la que trajo el guía
para él y la dejó junto a las demás.